Porque nunca olvidemos.
"Y un día Diego, se sentó a esperar. A esperar el tiempo, a sus hijos, a que su mujer volviese a su cama. Esperó al buen tiempo, a ir solo al baño. Aguardó a comer en su silla de madera y a arreglar cualquier cosa que se estropease, como antes hiciera.
Era estupendo observar como el anciano se levantaba con la ilusión cada día de volver a ir al banco y extender un cheque o salir e invitar a sus amigos. Pero Diego ignoraba que olvidaba. Olvidaba sus quehaceres,su profesión, los nombres de sus seres queridos.; aunque no sus buenos modales. Siempre correcto, educado, generoso, gentil. Su voz bajita y fina
, me enseñó su faceta más dulce.
Diego, mi gran amigo, aprendió a esperar. Aunque no a olvidar.
Concha, rebelde, como una adolescente. Le ayudaba a recordar lo buen padre y marido que era. Los días que montaron en moto o las docenas de veces que regaló objetos de valor o dinero a gente a la que él vio necesitada. Le recordaba cada día lo trabajador que había sido, pero que ahora tocaba, descansar. Que la noche era para dormir. Le tenía que rememorar el por qué ya no dormía a su lado. Triste para él, pobre Diego, tan cariñoso.
Sus nietos le iluminaban el rostro nada más entrar. Las niñas corrían tras su perro, mientras Diego esbozaba a una amplia sonrisa."
Recuerdanos amigo, recuerdanos siempre. Aunque nos cambies de nombre, aunque nos cambies el rostro. Pero guarda siempre el amor que recibes, Diego querido.
"Y un día Diego, se sentó a esperar. A esperar el tiempo, a sus hijos, a que su mujer volviese a su cama. Esperó al buen tiempo, a ir solo al baño. Aguardó a comer en su silla de madera y a arreglar cualquier cosa que se estropease, como antes hiciera.
Era estupendo observar como el anciano se levantaba con la ilusión cada día de volver a ir al banco y extender un cheque o salir e invitar a sus amigos. Pero Diego ignoraba que olvidaba. Olvidaba sus quehaceres,su profesión, los nombres de sus seres queridos.; aunque no sus buenos modales. Siempre correcto, educado, generoso, gentil. Su voz bajita y fina
, me enseñó su faceta más dulce.
Diego, mi gran amigo, aprendió a esperar. Aunque no a olvidar.
Concha, rebelde, como una adolescente. Le ayudaba a recordar lo buen padre y marido que era. Los días que montaron en moto o las docenas de veces que regaló objetos de valor o dinero a gente a la que él vio necesitada. Le recordaba cada día lo trabajador que había sido, pero que ahora tocaba, descansar. Que la noche era para dormir. Le tenía que rememorar el por qué ya no dormía a su lado. Triste para él, pobre Diego, tan cariñoso.
Sus nietos le iluminaban el rostro nada más entrar. Las niñas corrían tras su perro, mientras Diego esbozaba a una amplia sonrisa."
Recuerdanos amigo, recuerdanos siempre. Aunque nos cambies de nombre, aunque nos cambies el rostro. Pero guarda siempre el amor que recibes, Diego querido.
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